Los sueños de José de Nazareth











San José, esposo de Santa María Virgen

Para el día de hoy (19/03/18) 

Evangelio según San Mateo 1, 16. 18-21. 24






...Jacob fué el padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo...

El primer enunciado de la perícopa nos introduce en una cuestión fundamental: José desciende en línea directa del rey David. El propio Evangelista Mateo comienza su Evangelio con una minuciosa genealogía que reafirma esta línea, trazo espiritual y a la vez trazo real.

Pero no tenemos frente a nosotros a un príncipe de augusto linaje, sino a un humilde carpintero judío, judío hasta los huesos, fiel a las tradiciones de su pueblo y de sus mayores, que vive en una periferia polvorienta que no aparece en los mapas. Nazareth es aquel sitio en donde espejan todos los lugares desde donde nada puede esperarse.

Es un tiempo nuevo, extraño, asombroso. El Dios del universo transforma la historia desde hombres y mujeres pequeños, sencillos y a menudo invisibles para un mundo que ama lo rutilante, el poder, los liderazgos que se imponen por la fuerza.

Ella es una muchachita, casi una niña, una nadie de aldea ignota. Pero ese Dios la ama entrañablemente al igual que ese artesano con el que se ha desposado.

Esposos aún sin convivencia -de acuerdo a las tradiciones mosaicas- María de Nazareth cursa un embarazo incipiente por obra y gracia del Espíritu Santo.

Hagamos un pequeño alto: en aquellos tiempos, las rígidas normas religiosas vigentes implicaban que si se detectaba a un hijo extramatrimonial, la mujer sería pasible de ejecución por lapidación. Solamente desde allí, hay un peligro ominoso para María y para el niño que se crece en su seno.


Sin embargo, iremos por otra vereda distinta a la usual. José de Nazareth no realiza un repudio tácito para protegerla de ese peligro latente. Su justicia pasa por otro lado.
José ama a María. 
Y al advertir que lo que le sucede a su mujer es cosa de Dios, decide apartarse. Allí pasa algo demasiado grande, algo en verdad santo y él se descubre mínimo, ajeno, pequeñísimo frente a ese Dios que comienza a manifestarse tan vívido en el palpitar del bebé santo que está creciendo en María.

No hay dudas en el carpintero respecto de María. Hay confusión y temor respecto de sí mismo, y por ello decide irse sin estridencias, en el silencio frutal que caracteriza toda su luminosa existencia.

En el lenguaje bíblico, los sueños son el ámbito propicio para las revelaciones más profundas del Altísimo. Quizás en parte se deba a que su inmensidad sobrepasa los esquemas mentales comunes, de tan limitados que somos.

José sueña, y en sus sueños recibe un aviso por parte de un Mensajero cordial, grata noticia de parte de Dios.

Nunca, jamás, por ningún motivo y aún en los momentos más oscuros y confusos hay que dejar de soñar. Soñar tiempos mejores, soñar luz en medio de tanta sombra, soñar que la vida vá a prevalecer a pesar de que todo diga lo contrario, soñar remansos de paz frente a tanta violencia que se impone y que suele comenzar a partir de las palabras.

Es un tiempo nuevo, extraño, asombroso, urdimbre santa de Dios y el hombre.

Por José de Nazareth el Mesías nacerá con raíces firmemente arraigadas en su pueblo, descendiente directo del rey David, cumpliendo las antiguas promesas.
Por José de Nazareth, ese bebé será un hombre pobre pero respetable, y nó un bastardo sospechoso sin arraigo.

En esta época de tantas banalidades probablemente lo hayamos olvidado: un nombre define la personalidad y el destino de quien se nombra. Un nombre abre caminos a la historia del hijo que llega siempre como una bendición.
José de Nazareth llamará al niño Jesús, que significa literalmente Dios Salva, destino, misión y luz del Redentor para todas las naciones comenzando desde Israel.

José de Nazareth es más que padre adoptivo o putativo del Hijo de Dios. José de Nazareth será padre legal y padre con todas las letras y con mayúsculas.
A su padre, el Niño que había de nacer lo contemplaría en los afanes diarios del esfuerzo por el sustento, y lo llamaría Abbá, papá, misterio que se nos regala a todos nosotros acerca del rostro bondadoso de un Dios que está muy cerca, Dios de la justicia y la ternura.

José de Nazareth es de esos hombres que siempre sueñan, que protegen la vida, que no rehuyen a su responsabilidad, que se involucran con las cosas de los demás desde el servicio, porque en el otro resplandece el rostro de su Dios. Y cuando llegue el tiempo de la partida, irse sin estridencias, tan humilde y sencillo como toda su existencia, pleno del deber cumplido.

Con José de Nazareth descubrimos a un Dios que nos invita a comprometer nuestras manos y toda la vida en la historia para que esa historia cambie, para que el Reino sea, en la grata y silenciosa afirmación cotidiana de que hay más, siempre hay más, y que Dios está con nosotros, con todo y a pesar de todo y para siempre.

Paz y Bien 






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