María de la Merced




Nuestra Señora de la Merced

Para el día de hoy (24/09/14) 

Evangelio según San Juan 19, 25-27




Nuestra gente te reconoce.

Sabe de tus pasos jóvenes y descalzos con la vida creciente, con Dios en tu interior, socorro y servicio presurosos, allí en donde hay necesidad, hay riesgos, hay peligros.

Conoce en tu pequeñez tu Sí enorme, cósmico, definitivo que ha cambiado para siempre la historia humana, abriendo las puertas de tu corazón a la Gracia y las del mundo al Salvador.

Los nuestros saben también que cuando la existencia amenace con apagarse, con adormecerse, con encerrarse, allí estará tu mirada atenta y solícita buscándonos el vino de tu Hijo, para celebrar la vida.

Lo tuyo es cuestión de amores y de sangre, de sangre ofrecida generosa para que otros vivan, sangre ofrecida para dar vida al Salvador, sangre ofrecida en tu Hijo para la Salvación del mundo, vida que se ofrece para la redención de los que no pueden más, no aguantan, se nos caen.
Porque donde está la Madre está el Hijo, y ese Hijo hace presente el anuncio de la Buena Noticia a los pobres, viene a vendar los corazones afligidos, a liberar a todos los cautivos, a redimir a todos los oprimidos, la infinita bendición de Aquél que es nuestra alegría, nuestra justicia, nuestra liberación.

Tu Hijo se te parece mucho en la mirada y en la humildad, y nosotros te sabemos también como Él, mensajera de todas las esperanzas, Madre redentora, hermana cálida y servidora de todos los humillados y oprimidos que languidecen y agonizan en calabozos de hierro y en mazmorras de corazones endurecidos de olvido e indiferencia.

El nombre es bellísimo y es impulso decisivo. Porque la misericordia es el amor de Dios que sostiene al universo, los nuestros saben en las honduras de su alma que te llamas María y más aún, María de la Merced, de la Misericordia.

Que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos, y que no hay sonido más grato que el de las cadenas que se rompen y las almas que vuelven a erguirse en la dignidad propia de las hijas e hijos de Dios.

Para todos mis hermanos mercedarios, y para toda la Iglesia, hoy es día de Madre, día de celebración orante, día de esperanza que no acepta brazos cruzados ni resignación.

El sueño y la fidelidad de Pedro Nolasco y sus compañeros sigue siendo vigente y está vivo en todos aquellos que amamos con pasión y a veces con dolor esa libertad que es hija dilecta de la verdad que habita entre nosotros por el Cristo que ha pagado nuestro rescate.

Paz y Bien



"En un mundo de opresiones, ser redentores con Jesús"

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