Camellos santos



Para el día de hoy (19/08/14) 

Evangelio según San Mateo 19, 23-30



A simple vista, parecería que toda la enseñanza del Evangelio para el día de hoy gira alrededor del ascetismo y de la austeridad, de tener sólo lo necesario. O, si se quiere, de cierto tipo de pobrismo, la igualación hacia abajo y mil y una razones dialécticas o ideológicas -es menester volver a meditar en silencio acerca de la Hermana Pobreza que nos brindaba el hermanito de Asís-.

Pero hay una cuestión mucho más profunda y raigal, pues la Buena Noticia no admite medias tintas, tibiezas o matices morigeradores.

Del tener al ser, del desalojar del corazón todo lo que perece y muy especialmente, de renegar de la acumulación del dinero entendido como fin último y nó en su carácter instrumental. El dinero ha adquirido status de ídolo, con su liturgia inmanente y sus sacerdotes ubicuos, carece de bandera o lealtad y en su ara cruel se siguen realizando sacrificios humanos, Porque quien elige al dinero, sacrifica al prójimo, reniega de la prioridad por el hermano.

A su vez, en ese mismo sentido, cierta espiritualidad mercantilista está entrelazada a estas tendencias mundanas; es la que supone la búsqueda constante de favores divinos mediante la acumulación de actos piadosos, la obtención de bendición a cambio de promesas, un dios con minúsculas al que se puede manipular, dios que nos enoja cuando no cumple nuestros caprichos, dios antípoda del Dios Padre y Madre de Jesús de Nazareth, Dios de amor, de la Gracia, de la incondicionalidad, de la generosidad sin límites. Porque la Salvación es don y misterio a la que estamos invitados, y está en nosotros aceptar el convite.

Cuando nos sinceramos y nos revestimos de honestidad, el gravamen de nuestras faltas y de todos los pecados se asoma como insostenible. En nuestra idea de justicia retributiva, nadie está a salvo de un razonable y merecido castigo.
Así, la pregunta de Pedro es la pregunta de la comunidad, de todos nosotros cuando olvidamos al Dios que sale al encuentro del hijo perdido, de la oveja extraviada.

No se trata de méritos, se trata de la Gracia de Dios, por la cual con todo y a pesar de todo y todos, nos volvemos camellos santos que a travesamos las más inverosímiles agujas, pues la puerta permanece abierta por el amor infinito brindado por Cristo en la cruz.

Paz y Bien

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