Tu Jerusalem



Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

Para el día de hoy (13/04/14):  
Procesión: Evangelio según San Mateo 21, 1-11

Pasión del Señor: Evangelio según San Mateo 27, 1-2, 11-54



El que llega a Jerusalem es el Rey Mesías, aquél que era intensamente esperado, del que los hombres de mirada lejana -los profetas- habían hablado siglos atrás.
 
Son muchos lo que lo esperan con ansias. 
Los enfermos, los que no pueden más, los cautivos de toda opresión, los pobres, las mujeres, los niños, los excluidos, los olvidados, los que no cuentan, un pueblo humillado por sus opresores violentos y hambriento de justicia y liberación.
Sin embargo, otros también afinan sus odios pues lo detestan sin límites, pues se ha vuelto tan peligroso como peligroso es el amor para los poderosos, y por eso encienden los fuegos de la muerte violenta. Pero también viene por ellos, para ellos.
Hay otros también que le brindan una completa indiferencia; aún así, viene para ellos también.

Llega a Jerusalem porque es el centro de todo, es donde se cumplen todas las promesas, es ámbito sagrado.
Extrañamente, no viene rodeado de un ejército imponente y arrollador, empeñado en destruir a sus enemigos en una fulgente y demoledora victoria militar. Ha desdeñado símbolos de poder y poderosos carros de guerra.
Es un hombre pobre de tonada campesina que llega montado en un burrito. Pero ese hombre es Dios mismo que acude al rescate de todos sin imposiciones, casí en silencio, como pidiendo permiso.

Las gentes intuyen que en ese hombre hay algo más que un rabino itinerante, y muchos le adjudican sus propias esperanzas.
En la Palestina del siglo I, el manto es la parte principal del vestido: andar sin manto es, prácticamente, andar semidesnudo. Más aún, poner esos mantos a los pies del Aquél que llega es poner su propia existencia como alfombra de honor y alegrías al Redentor, hossanas cantados que son súplica y son expresiones incontenibles de júbilo. Porque aunque la muerte voraz se asome inmediata, no debe renegarse de este momento único de celebración.

Tu Jerusalem es tu corazón, centro de tu existencia, en donde todo se resuelve y decide.
A tu Jerusalem está llegando el Salvador, tu hermano y tu Señor, y hay que ir a recibirlo porque tenemos la certeza de que Dios siempre cumple sus promesas, que no estamos solos, que siempre la presencia de Dios es motivo de fiesta y esperanza.

Paz y Bien


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