En clave de Resurrección



Para el día de hoy (26/04/14):  
Evangelio según San Marcos 16, 9-15



La Palabra para el día de hoy nos brinda una pintura fiel de los creyentes en general, pero muy particularmente de esta familia que llamamos Iglesia.

Jesús Resucitado se aparece en primer lugar a María Magdalena; ella, presa del fervor y de la emoción del reencuentro -Cristo ha ido en su búsqueda y la ha interpelado, disipando su dolor y sus dudas- corre al encuentro de Pedro y los otros. Pero es mujer, y no pertenece al círculo primordial de los apóstoles, y ellos no le creen.

Posteriormente, su aparición acontece en el camino a Emaús y en la mesa y el pan compartidos junto a dos discípulos que tampoco son parte de ese grupo que anduvo con Él tres años. Ellos cuentan su intensa experiencia y esa verdad que los sobrepasa, pero tampoco les creen.

Luego, el Señor se aparece a los Once y les echa en cara su incredulidad, su obstinación en seguir en lo viejo, en aferrarse a la muerte, en dejarse dominar por el miedo y la tristeza. Esos hombres lo han dejado solo, uno lo ha traicionado, otro lo ha negado concienzudamente, y en todos ellos no abunda la esperanza.
Sin embargo, son el cuerpo apóstolico y ha de ser signo para todos nosotros.

El cuerpo apostólico está compuesto por hombres tan pecadores y quebradizos como cada uno de nosotros, y a menudo sus escándalos nos sobrepasan. Sin embargo, ellos tienen una misión que jamás se acota a sus limitaciones y quebrantos: su misión, que también es la nuestra, es una misión de justicia y liberación, de servicio y de alegría con ellos y a pesar de ellos.

Toda niebla se disipa cuando la existencia propia y la de la Iglesia se interpreta en clave de Resurrección.
Desde allí sabemos sin vacilaciones que la muerte no prevalece, que la vida es mucho más tenaz de lo que imaginamos, que Dios está presente y visible en todos los crucificados, y que quien ama ha de vivir para siempre.

Esa certeza no es nuestra, es la absoluta verdad obtenida para todos nosotros por Cristo, pagada a precio de sangre, y es también impulso que no puede frenarse.

Porque la misión es llevar esa noticia nueva y buena, esa noticia definitiva a todas partes y a todas las gentes, desde el Resucitado, con el Resucitado y para el Resucitado.

Paz y Bien

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