Imágenes de Dios




Para el día de hoy (07/12/13):  
Evangelio según San Mateo 9, 35-10, 1. 5a. 6-8



(En muchos de nuestros países, es una antigua y extendida costumbre entregar y repartir pequeñas tarjetas con imágenes del Evangelio, rostros de Cristo, de la Virgen María, de santos, en fin, de cuestiones de fé, todas ellas a su modo -y a menudo involuntariamente- imágenes de ese Dios en el que decimos creer.

Por estas latitudes sudamericanas las solemos llamar estampitas, y no debería ser una costumbre a minusvalorar o despreciar con carácter automático. La caridad se edifica desde los gestos más pequeños, signos insignificantes y a veces inadvertidos, que son un puñado pequeño de sal, y un haz mínimo de luz, pero dan sabor y luz.

Es claro que son apenas un gesto, y que son insuficientes y muy pero muy relativas si nos quedamos sólo en eso: el riesgo torpe de que las estampitas se queden sólo en eso -vanos talismanes- y no sirvan de trampolín para lanzarse a las buenas aguas del Evangelio.
Aún así, valen como ejemplo, especialmente a la hora de reflexionar acerca de cual es la imagen de Dios que queremos transmitir.
Porque ese Cristo de hermosos dibujos y vivos colores conmovedores de nuestras estampitas, a veces está bastante desdibujado. O lo que es peor, caricaturizado de acuerdo a ciertas conveniencias.

Ese Cristo no andaba por los caminos requiriendo adhesiones ideológicas o partidarias. Y aunque nos cueste aceptarlo, tampoco exigía pertenencia religiosa. La realidad de Jesús de Nazareth era y es una realidad de conmoverse y de moverse frente al sufrimiento del otro, de no quedarse en la emotividad estéril sino poner firmes los pies en el barro del dolor, del abandono, del desamparo, de la injusticia, del desánimo, y sin ningún temor a embarrarse por fuera o por dentro.

En cierto modo, las estampitas que Cristo regalaba eran estampitas vivas de consuelo y salud, de liberación y misericordia para propios y ajenos, para cercanos y lejanos, imágenes fieles y exactas de ese Dios que sale al encuentro de una humanidad perdida haciéndose tiempo, historia, mano amiga y abrazo, un Dios que se hace hombre, que se hace Niño, un Dios con nosotros, con todos, sin exigencias, sin pedir nada a cambio, pura gratuidad, porque es la locura asombrosa y definitiva de la Gracia)

Paz y Bien

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