El pequeño y enorme Bautista



Tercer Domingo de Adviento - Domingo de Gaudete

Para el día de hoy (15/12/13):  
Evangelio según San Mateo 11, 2-11



(Juan, hijo de Zacarías e Isabel, es un profeta con todas las letras, pleno de su identidad judía, totalmente un hombre de Dios y de su pueblo.

Es el último de una larga tradición de hombres de mirada lejana, pacientemente insertos en la historia por Dios para restablecer el sendero veraz para la humanidad extraviada. Se trata de hombres fieles y veraces, y entre ellos, Juan es el último, el que se ubica al final de esa extensa y sinuosa caminata cierta de tantos siglos, un final que no es clausura sino que es inicio definitivo.

Juan hereda todas las tradiciones, y en él perdura la teología / espiritualidad de su gente. El Mesías está por venir en cualquier momento, su llegada es inminente, y la mirada preponderante era la de un rey glorioso que traería liberación mediante una imponente victoria militar; sin embargo, hemos de reconocer que varios de os profetas también señalaban al Mesías con una imagen contrapuesta, la del Servidor sufriente, la del príncipe de la paz y la misericordia.
Pero Juan es un hombre de fuego, y su clamor a la conversión es bélico, conminatorio. Es imposible no estremecerse frente a las miserias humanas que la integridad del Bautista expone, y así sucederá siempre con las mujeres y hombres de Dios.

Porque el Bautista es una llama firme de integridad que jamás vacilará ni oscilará según conveniencias, tal como suelen hacer muchos como cañas sibilantes por los vientos.
Porque el Bautista se ha abandonado totalmente a las manos de Dios -un hombre del desierto y la naturaleza- porque sabe que los entresijos del poder que oprime se afinca en los palacios, se reviste de pompa, se rodea de lujos. Y la profecía florece en el desierto, bien lejos del poder, los poderosos, de la corrupción.

Por todo ello es más que razonable que, encontrándose detenido en las mazmorras herodianas, envíe a dos de sus discípulos con una pregunta crucial para Jesús de Nazareth. Juan sabe que el tiempo está maduro, pero la imagen que encuentra en el Maestro no se condice con la que él posee acerca del Mesías, y quiere saber si debe seguir esperando a otro tan bravo como él mismo.
La respuesta de Jesús no es reprobatoria. Los mensajeros de Juan han de regresar donde éste y contar lo que han visto: los ciegos ven, los lisiados caminan, los leprosos son purificados, los muertos son regresados a a vida y se anuncia la mejor de las noticias a los más pequeños y a los pobres.Quizás allí esté la síntesis perfecta de toda misión, contar y hacer presente que el tiempo de todas las bondades ha llegado y está entre nosotros.

Así entonces Juan es enorme, el más grande de entre los nacidos de mujer por ser tan cabal, tan de Dios y de su pueblo, experto lector de los signos del tiempo -a los que en verdad hay que prestarle atención-y especialmente por allanar los caminos para Aquél que está llegando, Aquél que todos esperan.
Sin embargo, es el más grande pero paradójicamente el más pequeño. Sus ojos y su corazón perciben al Cristo de Dios, pero Juan se quedará en las fronteras inmediatas del universo de la Gracia.
Por ello la mayor de toda la humanidad, la más plena y feliz será María de Nazareth, Llena de Gracia, Madre de Dios.

Hoy es Domingo, y más aún, Domingo de Gaudete -es decir ¡Regocíjense!-, porque el Salvador ya llega, está a un sólo paso, ya viene. Y porque muchas mujeres y muchos hombres íntegros siguen señalando desde su entereza, desde su justicia, desde su fidelidad cual es el camino ha seguir, los que permanecen fieles a pesar de todos los Herodes violentos y corruptos de este mundo)

Paz y Bien

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