Cielos cercanos



Para el día de hoy (28/07/13):  
Evangelio según San Lucas 11, 1-13


(La comunicación siempre es decisiva en todos los ámbitos, y su ausencia y su deficiencia es motivo de un sinfín de problemas. Si este postulado por un momento lo aplicamos al ámbito interpersonal, podríamos inferir, sinceramente, que una comunicación ausente o una comunicación deficiente entre las personas causa conflictos, desconocimientos, parcializaciones y aislacionismos. Si no nos comunicamos, difícilmente podamos conocernos. Si nos comunicamos mal, obtenemos sólo una imagen desdibujada y falaz del otro y por ello, de nosotros mismos: aunque nos cueste reconocerlo, nos descubrimos en la mirada del otro cuando nos aprojimamos. Sin comunicación, enfermamos y vamos muriendo.

En estos tiempos hipertecnologizados sobreabunda la información aunque no es garantía de la existencia de comunicación: ella es tan fundamental, que se caracteriza cualitativamente, es decir, hay comunicación eficaz o no la hay, antes que un mayor o menor volumen de la misma.

Es claro que la comunicación es dialógica, y el sentido común -el menos común de los sentidos- nos señala que se basa, ante todo, en la escucha. Oír antes que escuchar. Cuando prevalecen los monólogos, se obstruye al tú y no puede crecer el nosotros.

Jesús de Nazareth lo sabía bien, y su motor primero era la oración, una oración que era mucho más que una repetición sistémica de fórmulas preestablecidas, de arcanos religiosos expelidos rítmicamente. Toda su vida era oración, su existencia misma era una existencia orante, y por ello mismo se mantiene fiel, obediente hasta el fin. Obediente, de ob audire, es decir, de escucha atenta. Él escuchaba la voz de su Padre, escuchaba a sus discípulos, escuchaba a los dolientes y relegados con la misma atención y el mismo fervor amoroso, pues sabía que por allí la vida se restauraba.

Él nos redime de todo silencio y de esa mudez a la que solemos escapar como refugio escuálido. Él enseña que los cielos no son horizonte lejano y post mortem, de consecución incierta, sino que los cielos tienen puertas abiertas y están bien cerca, y es a través de la oración que se franquean todas sus puertas, por mandato asombroso de ternura paterna.

Esos cielos están cercanos porque el Dios del Universo ha venido a quedarse para siempre entre nosotros. Es un Dios que es Papá, un Dios que nos busca desde su inmensidad, un Dios que reina en los corazones con el poder insondable del amor, un Dios al que le suplicamos que se haga realidad su sueño eterno de justicia, de paz, de dicha y liberación, ese Dios que nos atiende a toda hora -a horas destempladas- y que abriga nuestros ruegos de pan que nos sustente, y que jamás nos falte el hambre de eternidad y trascendencia ayer, hoy y mañana, un Dios que nos llueve misericordia y perdón sin límites para que nosotros cambiemos tanto odio en compasión, un Dios que nos sostiene de las manos para no caer al vacío del sinsentido, un Dios que guarda nuestros pasos vacilantes pidiendo permiso, si lo dejamos, pues nada impone, el Dios que nunca se aburre de nosotros ni se cansa de nuestras miserias, un Dios al que poco escuchamos y nos susurra tantas cosas, el Dios de María y José de Nazareth, el Dios Abba de nuestro hermano y Señor Jesucristo)

Paz y Bien

1 comentarios:

Edy Salazar U. dijo...

Agradezco la gentileza de tu saludo por 192 aniversario de mi patria, la Santísima Virgen de la Merced bendiga a tu patria, a tu familia y por supuesto a ti. Un abrazo desde esta tierra cajamarquina

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