Acalladores


Para el día de hoy (15/03/13):  
Evangelio según San Juan 7, 1-2. 10.14. 25-30


(Quizás el término equivalente que defina mejor estas líneas, sea el de silenciadores. No obstante ello y por cierto tipo de connotaciones, es preferible el que se ha usado, acalladores. 
Son los que prefieren el silencio impuesto a escuchar esa verdad que duele y molesta, son los que no reparan en gastos a la hora de acallar a las voces proféticas, a las voces claras que anuncian buenas noticias y denuncian lo que se opone a la vida y la libertad.
Son también los que elaboran intrincadas justificaciones denegatorias, los que razonan violencias, los que demuelen cualquier brote nuevo a partir de criterios específicos, cualesquiera que ellos fueran.

Por entre la multitud, con humildad y valentía se levanta las voz siempre joven del Maestro. A pesar de esa cruz que sabe que lo espera -y de la que no rehuirá- en su Palabra suena vibrante la Buena Noticia del amor de Dios, de un Dios cercano, Padre y Madre de todos...incluso Padre y Madre de aquellos que lo odian y detestan.

A esos hombres -muy piadosos, por cierto- nada de ello les importa, tan alto les ha crecido la soberbia. Suponen que por conocer sus orígenes, por haberlo preclasificado no puede ser más que lo que ven, un enemigo y un blasfemo, nunca la voz de Dios, nunca el Salvador.
Aún así, con ese odio al que se someten, están temerosos. Es que el poder, cuando no es servicio, es enfermizo y de un modo paranoico teme hasta de sí mismo. No levantarán la mano contra Él por temor a las repercusiones populares y, fundamentalmente, porque no es el momento, y ese es el signo cierto de que la Cruz es aceptada en total libertad y amor por Jesús de Nazareth.

Por todas partes hay Cristos así. En nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestros países, en nuestros barrios, Cristos de Buenas Noticias que no suelen encajar en los moldes que tan concienzudamente hemos elaborado acerca de lo que es religiosamente correcto.
Pero en esos Cristos y a través de esos Cristos resplandece y nos llega la verdad como bendición, como pan compartido, como vida abundante.

A ellos hay que escuchar siempre, jamás acallarlos ni en la cotidianeidad ni, mucho menos, en nuestros corazones)

Paz y Bien

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