Huellas



Para el día de hoy (30/09/12): 
Evangelio según San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48
(No es extraño que el portavoz de la inquietud de los Doce sea Juan, en vez del esperable Pedro.

Juan y Santiago -Jacobo- hijos de Zebedeo, eran conocidos como hijos del trueno o Boanerges, caracteres bravos, férreos en su ortodoxia judía y nacionalista; ellos imaginaban un Mesías exclusivo de Israel, tan propio de ellos y solamente para ellos, esa persistente idea de un Mesías victorioso que se abre paso por entre un mar de enemigos.
Así, aquella vez que pasan por una aldea que se rehusaba a recibir a Jesús, pretenden invocar una lluvia de fuego sobre el poblado como castigo al rechazo. Así, cuando descubren a un hombre expulsando demonios en Nombre de Jesús, tratan por todos los medios de impedírselo; esa acción de liberación no surge del círculo íntimo y exclusivo de los apóstoles, por lo cual suponen que no es auténtica y, por lo tanto, ajena y peligrosa.

Sin embargo, el Maestro refuta esa postura. Es el tiempo asombroso y margnífico de la Gracia, de mesa grande, de banquete para todos y no para unos pocos.
Por ello, Jesús de Nazareth expresa que allí en donde acontece el bien, allí -de un modo santamente misterioso- acontece el Reino aunque quien lo efectúe aparezca como ajeno y extraño.

Se trata de saber leer las huellas del paso liberador del Dios de la Vida por la historia humana, y de ampliar el horizonte del nosotros.
Mujeres y hombres que empeñan sus vidas por el bien y la liberación de los demás, sin intereses egoístas ni mezquinos, también son de ese Cristo que por toda la humanidad se sacrifica en la cruz.

Así entonces, comprenderemos quizás que la Iglesia es un recinto mucho más amplio de lo que suponemos, en nuestras aspiraciones elitistas y limitadas.
Así tendremos manos que se ofrezcan para el trabajo y el abrazo, manos francas que detesten violencias y rechazos.
Así nuestros pies serán signos que de hay camino por andar hacia un horizonte de plenitud.
Así nuestros ojos serán capaces de una mirada inmensa, la misma mirada de María, los ojos del hijo iguales a los suyos)

Paz y Bien

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