De la postración a la diaconía

Para el día de hoy (05/09/12):
Evangelio según San Lucas 4, 38-44


(En los comienzos, la comunidad cristiana comenzó a crecer en espacios extraños: no se quedó atrapada en el ámbito cerrado y hostil de templo y sinagoga, espacio acotado por una multiplicidad cruel de normas y preceptos y corazones cerrados, sitio para unos pocos prohibido para tantos en nombre de un dios vengador y punitivo.
En los comienzos, creció al calor del hogar, de la cotidianeidad y de la familia, y no tanto por una clandestinidad obligada, sino más bien reflejando a un Dios que es familia.

Pero que sería una ingenuidad suponer que es suficiente escapar de la cerrazón sinagogal al espacio más sencillo y cálido familiar: este espacio también debe ser sanado y liberado de muchas cargas y costumbres que arrastra.
Así será la curación de la suegra de Pedro, y es signo y símbolo de muchas cosas y situaciones que, hoy por hoy, aguardan la liberación por la Gracia.

La suegra de Pedro arrastra varias condenas: es mujer -está en un escalón social y religioso menor-, es anciana -se espera de ella sólo la muerte- y está enferma -la enfermedad entendida como condena y castigo por pretéritos pecados y como señal de impureza que remite al ostracismo-.

El gesto del Maestro no es circunstancial, nada en Él está teñido de casualidad, todo lo que hace y dice es eterno. Por ello y ante el asombro de los presentes, Él se inclina y toma su mano, e increpa al mal para que desaloje su existencia. Es proyecto y misión, es inclinarse decidida y abiertamente hacia el que sufre, hacia quien está postrado de dolor, hacia el que está condenado a la soledad, y restaurar su vida, y declarar con voz fuerte que es tiempo nuevo, que el mal no tiene lugar entre nosotros.

Lo que sucede a continuación no es menor, no es un milagro más: cuando el Señor se hace presente, acontece un nuevo éxodo, y será el paso de una vida esclava de tantos dolores y prisiones a la tierra prometida de la Gracia y la vida plena. Cuando suceden la misericordia y la compasión, se desaloja toda postración y la vida renovada se pone a servir.
Quizás en nuestros torpes horizontes menores, suponemos que la suegra de Pedro -ya sanada- se dedicará a las cosas de la cocina. Al fin y al cabo, se trata de una mujer.
Nada de eso.
Ella se pone a servir a los demás como ministerio, como diaconía que es mucho más que cuestión de culto, es decisión vital y es sitio preferencial en la comunidad cristiana, mesa grande de amigos, hermanos y servidores.

Es claro: cuando nos topamos con algo tan asombroso, la tentación es apropiarnos del Cristo, que sea sólo para nosotros, que quede nomás entre nuestras paredes.

Pero no puede acotarse ni detenerse la Buena Noticia, y es preciso que el maravilloso anuncio y la presencia de liberación de Jesús de Nazareth llegue a todas partes, comenzando por los más pequeños, por los que no cuentan, como sucedió con aquellos pescadores, con los enfermos del lugar, con las mujeres y los niños)

Paz y Bien


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