Shalom definitiva

Para el día de hoy (15/04/12):

Evangelio según San Juan 20, 19-31

(Estaban encerrados por temor a esa violencia que los circundaba, ciegos de ese temor de creerse solos, ignorantes impenitentes del Maestro Resucitado. Ellos habían corrido temerosos el cerrojo, del mismo modo en que solemos encerrarnos, presos de nuestras esperanzas derrotadas, vacíos de cualquier coraje.
Mucha gente también languidece en soledad, puertas adentro del olvido, de la discriminación, del ninguneo, de la exclusión. Hay demasiados recintos cerrados que deberían dolernos y a los que nos hemos acostumbrado como a una rutina más.

Pero más allá de toda previsión, Jesús de Nazareth -el Crucificado que ha Resucitado- irrumpe de modo sorprendente en todos esos recintos cerrados, de puertas trabadas por tanto desconsuelo.
Él ha abandonado todo sepulcro, esos sitios en donde sólo se expresa la muerte y la tristeza, y atraviesa cualquier barrera brindando paz, una paz que es más que un simple saludo o una expresión de deseos. Es la Shalom definitiva, esa misma que subvierte la resignación que prevalece, paz que abre las ventanas, paz que retorna la luz, paz que recupera la alegría y el coraje.

Uno de los discípulos no estaba; no sabemos los motivos de su ausencia, pero aún así castigamos su incredulidad. Tomás no cree en el testimonio de esa comunidad pascual porque ha visto a sus hermanos atenazados por el más de lo mismo de la desesperanza. Necesita vivir una experiencia decididamente personal para creer.
Aún así, no es expulsado por esas desavenencias fundamentales con sus hermanos: la comunidad del Resucitado -la Iglesia- ha de ser recinto amplio de fraternidad y libertad en donde se contiene a todos y a nadie se decide extraño, porque sólo en comunidad es posible la experiencia de la Pascua, recibir ese Espíritu de Vida que es valor, que es alegría, que es impulso y movimiento.

Nos queda volver a descubrir las heridas de Jesús de Nazareth en cada uno de nuestros hermanos malheridos. Tantas llagas que sobreabundan, tantos costados traspasados han de convertirse en signos de vida y no en simbología de dolor.
Allí entonces podremos volver a decir, encendidos como Tomas, -¡Señor mío y Dios mío!-)

Paz y Bien




0 comentarios:

Publicar un comentario

ir arriba