Un amor provocativo y escandaloso

Para el día de hoy (10/03/12):
Evangelio según San Lucas 15, 1-3.11-32

(Parábola del hijo pródigo, del hermano mayor, del hijo perdido, del padre misericordioso: a esta perla magnífica de la Palabra se la ha llamado de varios modos, aunque quizás la manera última -el Padre misericordioso- se ajuste con mayor certeza a esta verdad que se nos revela y nos regala.

Un modo de abordar la barca de la existencia y navegar mar adentro de la Palabra -mar sin orillas- es situarse no sólo en el contexto en que Jesús enseñaba, sino plantearnos la escucha a partir del hoy; la Palabra es Palabra de Vida y Palabra Viva en presente perpetuo que nos hace tomar posición.
Y sinceramente, los hechos demuestran que estamos más cerca de aquellos que ferozmente criticaban al Maestro por comer con pecadores y recaudadores de impuestos, reunirse a gusto con réprobos, abrirle la puerta de su corazón a los que el resto desprecia bajo tutelas de impurezas legalistas. Estamos cerca también de ese otro hermano que se enfurece porque su dios no es como esperaba, no es un rápido dispensador de justos castigos ni proveedor exacto de premios por los méritos acumulados. Posiblemente, su enojo se corresponda con cierto temor a descubrir fehacientemente el rostro y el corazón de ese Padre; por ello mismo, enojo y temor se conjugan en el escándalo y la indignación que expresa, porque el amor de Dios es, sin lugar a dudas, provocador y escandaloso.

Es un Dios que ama de más, sin la medida austera de nuestra justicia, un Dios que no se esconde tras las nubes o habita el transespacio, sino que sale corriendo a los caminos en nuestra búsqueda, con ansias magníficas, con bondad desmedida.
No hay nada que hacerle, este Dios no se comporta como la gran mayoría quizás esperábamos, y desde ese amor desbordante e incondicional celebra una fiesta y abraza feliz cuando una vida se recupera. Y más aún, busca paciente también al hijo enojado. Todos son sus hijas e hijos.

Es toda una doctrina económica del corazón si se quiere: no nos pertenecen las cosas que suponemos como propiedad privada, herencia legítima respaldada en el derecho.
Lo que es del Padre es de todos los hijos, y de este Padre son los abrazos, la liberación, la alegría, la misericordia.

No hay mejor tiempo que este -ya mismo- para salir presurosos al encuentro del hermano perdido, para que nadie falte a la mesa, para que la fiesta crezca sin agotarse)

Paz y Bien

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