Madre y encuentro

Santa María, Madre de Dios

Para el día de hoy (01/01/12):
Evangelio según San Lucas 2, 16-21

(Así estamos, en la pobreza de nuestras existencias, en la noche de nuestras incertidumbres, guardando nuestros rebaños de sueños y proyectos. Y nos llama, claro que sí.
Jamás quedamos librados a nuestra suerte.

Es cosa de ponerse en movimiento -como la vida misma-, con algo de coraje y mucho de esperanza. Hay que animarse y confiar, hay mucho más de lo que mandan las apariencias, y el asombro quizás nos abra de nuevo las puertas.

No es poca cosa: se trata de un bebé en brazos de su madre, bajo la mirada atenta y protectora del carpintero nazareno.
¿Quién lo diría? La clave de la historia entera y de todo el cosmos se asoma tímida en pañales, con llanto de hambre y frío, Niño frágil de pan , ternura y pobreza.

Es difícil callarse, es ímprobo contenerse. Los signos están allí, tal como nos habían dicho, y todo lo señala. Es una noticia magnífica, por fin encontramos a Alguien que honra la Palabra empeñada, y por ello mismo es la mejor de las noticias.

Lo hemos visto y lo contamos. En nuestra alegría desbordada quizás no la hemos visto, de tan calladita y pequeña. Su ojos enormes -tan grandes como su corazón- beben todo lo que sucede, y esas maravillas que descubre e intuye que vienen de su Dios, las deja madurar en las honduras cálidas de su alma.
Ella descubre lo que le ha sido dado por la inexplicable y asombrosa Gracia, y hace suyos esos regalos para que se multipliquen, la vida se le ha crecido en su seno y seguirá frutal prodigando más vida aún.

Madre, Mater, materia, madera.
Ella es encuentro pleno de humanidad y eternidad, y donde se encuentra la Madre tenemos la certeza de encontrar al Hijo.
Totalmente mujer, totalmente madre, plena de vida siempre creciente, tan de Dios y tan nuestra, corazón de alianza con ese Dios que renueva toda esperanza en cada vida que nos amanece, en todo niño que por aquél Niño deviene sagrado, signo cierto de Dios con nosotros

Es Madre por cuerpo, es Madre por ese Espíritu que la ha recreado, la más feliz, la que reconoce a Dios en su vida y en la historia, el Dios de los humildes y los más pequeños, ese Dios que nos revela un rostro de un Padre que nos ama y una Madre que nos cuida, mujer del sí infinito.

María, Madre de Dios y Madre de todos los encuentros: cuando nos reencontramos, su Hijo vuelve a nacer entre nosotros)

Paz y Bien

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