La vida en el Espíritu y las consecuencias de la fidelidad


Para el día de hoy (30/05/11):
Evangelio según San Juan 15, 26 - 16, 4a

(Hay ciertas lecturas que no sólo deben hacernos reflexionar y volvernos corazón adentro para la conversión, para navegar mar adentro con el Maestro; hay ciertas lecturas que es menester nos duelan, nos lastimen y, desde allí, persista nuestra esperanza.

Los discípulos y seguidores de Jesús de Nazareth tienen por misión el dar testimonio en su favor y en su memoria, haciendo que acontezca el Reino allí en donde la comunidad abra espacios de vida y libertad. Tienen al Defensor, el Espíritu que los enciende e impulsa, que les espanta los miedos y que no los deja huérfanos, el Espíritu de Verdad y Vida; es el Espíritu de Aquel que resucitó pero que aún conserva las huellas de la crucifixión, las llagas del sufrimiento.

Es el Espíritu de Sabiduría, que da sabor a vidas opacas, que transforma a mujeres y hombres en sal y levadura para que esta vida sea digna de ser vivida, mandato primordial de ese Dios Padre y Madre revelado en las palabras y las acciones de Jesús.
Así también ese Espíritu que nos vuelve sal y luz no admite un mensaje diluido, banal, vago y sin definiciones; el anuncio de la Buena Noticia divide las aguas entre vida y muerte, e impulsa a ponerse decididamente del lado de los pobres y los oprimidos, en favor primero de los caídos y los más pequeños.

En esa fidelidad, no serán ajenas las persecuciones y extraños los sufrimientos, dice el Señor.
Lo hemos padecido en las persecuciones de los primeros mártires -aquellas exhibiciones obscenas en circos de muerte y dolor- y en todos nuestros hermanos que asumieron en carne propia la contundencia de la violencia que no puede apagar la luz que perdura. Lo hemos conocido en aquellos que han sido humillados y vituperados como herejes y delincuentes: la fidelidad -aún cuando nuestras limitaciones supongan errores- molesta e interpela.

Desde estas latitudes, y sabiendo que es práctica común en todas partes, suplicamos el auxilio del Espíritu para permanecer en fidelidad... pero también para que la rígida y rápida vara de la ortodoxia sea antes abrazo y compasión antes que castigo, silenciamiento y sumisión.
Porque los golpes duelen más cuando provienen de aquellos que creemos propios o consideramos cercanos.

Aún así y con todo ello, no hay que desanimarse.
El Espíritu sopla en donde quiere, y sigue floreciendo la vida, más allá de los límites de instituciones, ideologías y poderes imperantes)

Paz y Bien

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