Los defensores de Dios

Para el día de hoy (15/04/11):
Evangelio según San Juan 10, 31-42

(No había posibilidad de diálogo ni de comprensión; iba cayendo el anochecer del odio y la violencia. En sus fieros postulados, ese Dios al que pretendían defender jamás había de corresponderse con el Dios de Jesús.
No era una cuestión de conocimientos: sin dudas, tenían una gran formación y profusos conocimientos -profesionales de la religión- y eso mismo los volvía incapaces de reconocer cualquier signo santo.

Quizás la mayor densidad radicaba precisamente en ello: defensores de Dios, defensores de sus normas, defensores de su religión, todo aquel que escapa de sus moldes se convierte en blanco de las piedras encastradas en sus almas. Esa incapacidad de ver la mano del Altísimo en las señales de Jesús también expresaba su negativa perpetua a aceptar a un Dios que ante todo es Padre -¡Abbá!- Papá que cuida y protege a todas sus hijas e hijos, no un Todopoderoso relativo que requiere ser defendido, no normas deificadas reivincadas a ultranza por sobre la vida misma.

Es claro que aceptar las enseñanzas del Maestro les hubiera significado un golpe durísimo a sus sólidos egos y a unas vidas llenas de privilegios: significaba descubrir que en cada mujer y en cada hombre hay un templo santo y latiente del Dios de la Vida, más importante que el mismo Templo al que veneraban.
Significaba reconocer en cada persona -aún un gentil, cualquier extranjero- a un hermano.
Significaba acercarse al otro, aprojimarse, y no esperar que los demás vinieran a dejar ofrendas a sus pies.
Significaba comenzar a descreer en un Dios manipulable, pródigo en castigos y recompensas por el ejercicio mecánico de la piedad religiosa.
Significaba rechazar de plano toda posibilidad de exclusión y pobreza, negar desde el vamos cualquier intolerancia, declarar desde el mínimo gesto que cualquier opresión es ajena al Dios que libera.
Significaba volverse compasivos y tolerantes, felices del hijo que regresa y no envidiosos del pecador perdonado.

La suerte del Maestro ya estaba decidida: en ese momento no sería apedreado -no era la hora precisa- pero ya imaginaban con fruición el calvario que le impondrían a ese galileo insolente...

Todo esto sigue sucediendo, y Jesús vuelve a ser crucificado a diario.

Sin tratarse de dos bandos enfrentados -postura inaceptable para ese Padre que ofrece salvación universal-, hoy mismo tenemos esa vocación, esa invitación, ese llamado a tomar partido.

Desde el lado de Jesús -aún con el riesgo patente de tantas cruces- comenzar a descubrir a la eternidad que se vá tejiendo en nuestra historia desde cada brisa fresca de compasión, cada acto solidario, cada mano misericordiosa, cada hecho de justicia y liberación sin importar su origen aparente.

En cada gesto de bondad verdaderamente se defiende -paradójicamente-al Dios de la Vida, pues se le rinde culto verdadero en sus hijos, en sus hijos más pequeños, en sus hijos olvidados, en sus hijos a la espera de rescate, en sus hijos caídos que imploran socorro)

Paz y Bien

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