Volver a mirar, decidirse a ver

Para el día de hoy (03/12/10):
Evangelio según San Mateo 9, 27-31

(Esos dos hombres estaban al margen de todo -de allí lo certero del término marginados-, con una carga doble: la ceguera de sus ojos y la ceguera de sus paisanos, que duramente consideraban su padecer como consecuencia y castigo por sus pecados.

Y así como nosotros miramos hacia otro lado, excluimos, destratamos, declamamos lástima con los brazos cruzados y a la distancia, el Maestro nos enseña con su propia vida que ese camino no es el de su Padre.

En Él se hace carne y existencia, bien concreta y tangible, la compasión y la misericordia, signo y sino del tiempo nuevo de la Gracia.

Esos hombres estaban algo peleados con la ortodoxia doctrinaria; Jesús rechazaba de plano que se le llamara Hijo de David. Sin embargo, su súplica les nace de un corazón sincero y confiado -y es dable preguntarse si de nuestra parte hace falta algo más-.
Esos dos hombres ciegos, aún con los ojos vedados, eran capaces de ver mucho más que la multitud que rodeaba a Jesús.

Es tiempo de Dios y el hombre, es tiempo de fé y milagros. La confianza de ellos dos, su corazón puesto en las manos de Jesús hacen posible el milagro, la salud, el cambio que parecía imposible.

Un Niño Santo está por llegar.
Como esos sabios venidos de lejos, con la pequeñez de los pastores y con la fé de esos ciegos, pongamos a los pies de su cuna todo aquello que nos duele, nuestras miserias, nuestras necesidades, los ausentes que nos precipitan al llanto.
Es la mejor de las ofrendas, el más bello de los regalos, ése mismo que nace de lo profundo del corazón.

Ese Niño, desde los brazos de su Madre, todo lo transforma)

Paz y Bien

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