Construyéndonos

Para el día de hoy (02/12/10):
Evangelio según San Mateo 7, 21.24-27

(Mucho se escribe y dice acerca de la prudencia; tristemente también, mucho se justifica desde su ejercicio, intentando en vano justificar posturas en donde abunda el miedo y en donde no hay espacio para el coraje, flor de la Buena Noticia.
Más aún: solemos cometer del grosero error de cuantificar ciertas actitudes éticas -muy prudente, poco prudente...-, cuando en realidad se trata por esa misma cuestión de ethos, de una actitud de vida cualificable; con mayor sencillez, se es prudente o no se lo es.

Puede ser que en los trajines de la rutina, y en la furia malsana de estas grandes ciudades, nos hayamos olvidado de algo primordial: la existencia es un continuo contruirse y edificarse, comenzando como indica el sentido común, desde firmes cimientos.

¿Cuáles son esos cimientos que hacen que esta construcción sea imposible de derribar?
Las razones del Reino son maravillosamente contrarias a las mensuras y razones humanas.

Quizás entonces sea imprescindible hacer silencio y dejar que el Maestro nos hable, nos interpele, nos construya...
El primer paso no está dado por la acumulación de faraónicas piedras al modo de las pirámides, sino en permitir que su Palabra transforme nuestra pequeñez. Nuestra seguridad y fortaleza no pasan por méritos piadosos ni por derechos o recompensas adquiridos, sino más bien por experimentar hasta el fondo de las entrañas el amor que el Padre nos tiene y que se expresa totalmente en Jesús.

Por eso mismo, quizás se trate ante todo de respuestas: hacemos vida la Palabra porque nos sabemos queridos, amados por Dios y no a la inversa, no actuamos "cristianamente" para obtener méritos farisaicos ni para acceder a la Salvación.
Porque son tiempos de la Gracia, en donde todo se nos revela dado por bondad y ternura de Aquel que no nos abandona, y que indefectiblemente siempre estará en referencia al prójimo cercano y lejano.

Podrán arreciar tormentas y vendavales terribles, pero nuestra seguridad y firmeza están depositadas en Él, más allá de que esta existencia que se nos ha cedido se nos descubra como pequeña, ínfima, tan pequeña como el primer hogar que recibió a ese Niño Santo que dice que Dios Salva, una casa firmemente edificada por los brazos amorosos de su Madre y el servicio y la dedicación silenciosa de José de Nazareth)

Paz y Bien






2 comentarios:

Edit dijo...

Me gustan tanto tus meditaciones que voy a empezar a compartirlas en mi facebook.
Dios te bendiga.
Esta parábola es muy especial para mí.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Gracias por tu generosidad, Edit; me alegra muchísimo encontrar gente como vos, con capacidad de compartir y además, que estas líneas simplen que escribo sirvan para generar ecos.
Un abrazo grande
Paz y Bien
Ricardo

Publicar un comentario

ir arriba