Tributos pagados

Para el día de hoy (09/08/10):
Evangelio según San Mateo 17, 22-27

(Estamos acostumbrados a que todo tenga su precio, a prestación y contraprestación, a lo rigurosamente calculado, a asignar valor a lo invaluable.
Estamos acostumbrados, y esa costumbre debería ser motivo -por lo menos- de una sincera súplica de perdón y penitencia.

Más allá de cualquier postura ideológica o teoría económica, es habitual encontrar la pirámide invertida en la que se exige con voracidad el pago de tributos al que menos tiene, o lo que es peor, establecer determinados condicionales previos para rescatar a quien está sumido en la indignidad de la miseria, del desempleo, del olvido. Como si para hacer el bien, lo justo, hubiera que exigir de antemano cosas o actitudes a cambio...

Nada más lejos del Dios de la Vida, donación perpetua, permanente. Todo se nos ha dado por generosidad, con afecto, según la necesidad de las hijas e hijos; no obstante, seguimos indiferentes a toda injusticia mientras nos encontremos con el estómago saciado y cómodamente al abrigo de nuestros hogares.

Así les sucedió al Maestro y a sus discípulos: los cobradores del impuesto del Templo no mezquinaron celeridad para exigir el pago del tributo debido.
Sin dudas, funcionarios eficientes; sin embargo, no hay demasiada preocupación en preguntarse acerca de la libertad del que paga el impuesto, en su relación con Dios, en su vida más o menos plena.
Es una actitud que conocemos, y que a pesar de haberse transformado su modalidad, persiste hasta nuestros días... y lo que es más triste, entre los que tenemos cerca, en esta comunidad que llamamos Iglesia.

Jesús nos recuerda la generosidad del Padre, y que ella es la fuente de la libertad y del derecho a una vida digna y plena para todas sus hijas e hijos.
Cualquier otra exigencia que no se funde en la contemplación de la bondad del Creador es motivo de dolor y opresión.

El Maestro ha pagado con creces y para siempre el tributo para nuestro rescate; no buscar sin descanso corazones libres es renegar de su Pasión y su Resurrección.
Aún así, es preciso evitar el escándalo.
Quizás nos hemos habituado en demasía a asumir como propio el concepto de lucha; es claro que no está mal, pero quizás así postergamos la verdadera y única batalla que merece darse, la que se plantea contra la propia soberbia y el propio egoísmo.

Pedro debe ir al lago, y hacer lo que sabe: pescar.
Encontrará un pescado milagroso, con una moneda de plata, suficiente para el tributo del Maestro y de él mismo.

Todo un mensaje, toda una propuesta: habrá que buscar el valor del rescate desde lo que somos, desde lo que mejor sabemos, para nosotros y para, al menos, uno más.

Él ya ha pagado por todos y cada uno de nosotros, y nos queda decidir si somos capaces de gastar ese tesoro, el amor expresado en la solidaridad, para que el otro viva)

Paz y Bien




4 comentarios:

Edit dijo...

Que meditación!!!!
Salvar desde la entrega y el amor, al menos a un hermano.
Que así sea.

Grissy dijo...

Es hermosa esta meditación. Bendiciones

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Amén, Edit, y que ese Amén no se nos quede en buenos deseos, sino que con el auxilio del Espíritu lo transformemos en hechos concretos.
Un abrazo
Paz y Bien
Ricardo

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Gracias por tu presencia y tus palabras, Grissy.
Que el Dios de la Vida te ilumine y acompañe siempre.
Paz y Bien
Ricardo

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