Releerse y reconstruirse


Para el día de hoy (04/06/10)
Evangelio según San Marcos 12, 35-37

(Los escribas se aferraban a una parte de la Escrituras que interpretaban a su conveniencia; de allí que afirmaban y sacralizaban la idea de un Mesías de cuño real, que liberaría a Israel del yugo de sus enemigos.

Sin embargo, esa lectura fragmentaria se correspondía con adaptar la Palabra a una necesidad propia, cuando debe ser a la inversa: la Palabra debe ser motivo de adaptar nuestra vida a la vida plena que se nos propone desde Dios mismo.
Cuando se canonizan, como en este caso, interpretaciones convenientemente parciales y fragmentarias, sólo conducen a la opresión de las almas, pues cuando no florece la verdad, no hay libertad. No hay demasiados razonamientos alrededor de esto: sólo la verdad nos libera.

Y el Maestro enseña, y lo hace desde una lectura plena y vital de las Escrituras.
Al hacerlo, reconstruye la alicaída esperanza del pueblo en el Mesías esperado.
Un Mesías impensado y maravilloso, que no esgrimiría los poderes de un rey bravo, sino que obraría como Dios por su total identidad con el Padre.
Jesús es Dios y Dios es Jesús.

La Palabra de Dios es Palabra de Vida y Palabra Viva, y es preciso suplicar la luz del Espíritu para entender qué nos está diciendo a nosotros hoy, ahora mismo.

No se trata de efectuar controversiales revisionismos que queden en planos meramente ideológicos o intelectuales -que obviamente no están mal- sino más bien de releer la propia historia, esta vida que somos a la luz de la Palabra.

Releer/nos a la luz y el amparo de la ternura de ese Mesías capaz de morir por todos y cada uno de nosotros, redescubrir Su mano y Su bondad a través de nuestra - a menudo- quebradiza existencia.

Es imprescindible hacerlo para reconstruirnos de esos derrumbes que llamamos pecado; y es también perentorio permitir que la Palabra nos interpele, nos conmueva y, mejor aún, nos incomode y avergüence. Es harto estéril leer la Buena Noticia buscando lo que nos conforma, nos satisface y nos deja tranquilos sin obrar ninguna transformación vital.

Releyendo nuestra historia personal y comunitaria con el Maestro será posible reconstruir la esperanza y la alegría, y transmitirlas en hechos concretos, a menudo silenciosos pero eficaces.

La esperanza y la alegría que se cimentan en la Buena Noticia de que Dios nos ama sin condiciones y para siempre es maravillosamente contagiosa y, desde la humildad del grano de mostaza, incontenible con un perdurable perfume del para siempre)

Paz y Bien


2 comentarios:

El lirio del yermo dijo...

Me agrada que incidas el la alegría del Evangelio,que es Buena Noticia.
Creo que era san Francisco de Sales, decía"un santo triste es un triste santo".

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Estimado hermano, bienvenido y gracias por tu presencia y tus palabras.
En consonancia con lo que compartes de esa gran alma, san Francisco de Sales, también se me hacen presente dos de sus hijos espirituales en los que predominaba la alegría y la urgencia de la Buena Nueva: don Bosco y don Orione, ambos santos, ambos testigos de la alegría y la urgencia de la caridad.
Un saludo fraterno en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo

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