La otra orilla


Para el día de hoy (28/06/10):
Evangelio según San Mateo 8, 18-22

(La multitud que el mundo propone es inhumana.
Es la muchedumbre informe, indiferenciada, en donde prevalece la despersonalización y sólo cuentan los individuos como números.

En estos tiempos de globalización, todo tiende a ser más de lo mismo y la realidad se vuelve opaca, sin colores distintivos ni personales.

Las consecuencias no pueden ser peores: con el despojo del distingo de la propia cultura, sucede la colonización de la subjetividad.

El hombre -varón y mujer- dejar de ser sujeto que construye junto a los otros y a Dios su propia historia, y se vuelve una mera estadística, objeto que es consumido por el acontecer dictado por los poderosos.
Quizás la despersonalización tenga como consecuencia directa el abandono de la libertad.

Viendo esa patente amenaza, la reacción obvia es la de huir y encerrarse. Ese encierro es una tentación que tiene por fruto algo tanto o más nefasto que la igualación aplicada mediante el rasero del materialismo y el imperialismo de la relatividad.

Pero con Jesús, hemos de irnos a la otra orilla de ese pantano.
No es huida ni abandono del destino de levadura.

Es volverse signo sensible de que otra realidad es posible, de que la humanización -es decir, la vida en plenitud- se gesta desde este ahora tan carente de esperanza.

El Maestro no nos dice que es tarea fácil; más en nuestros hombros no habrá nunca mochila que no podamos llevar.

Frente a una vida errática, nos invita a ser peregrinos con destino eterno que ansían un presente pleno para el hermano, desde la propia cultura que nos constituye.

Ha de quedar atrás todo atisbo de instalarse y acomodarse; especialmente, esa tendencia de creer que Él nos pertenece, o peor aún, de todo lo que podemos hacer por Él.

Jesús no tiene lugar donde reclinar su cabeza porque se ha desprendido de todo, bravo pago de nuestro rescate, pero también porque no habita en un lugar puntual.
Él habitará en los corazones de quienes se atrevan a seguirlo, y su rostro se hará evidente en los más pobres. Ese rostro no se descubre a lo lejos, sólo se hace visible desde ese lugar primero, desde el lugar del pobre.
Nos sucede y no podemos negarlo: cuando como comunidad que llamamos Iglesia hablamos "de" los pobres y no "desde" los pobres, estamos en problemas serios.
Sin dudarlo, el Maestro se hacia otra orilla.

Estamos invitados a subir a su barca, navegando hacia esa otra vida que se nos propone, una vida que deja atrás las ataduras de la muerte de los cuerpos y la aniquilación de las almas.

La invitación está hecha.

Queda en nosotros aceptar ese increíble convite, que tiene por costo la totalidad de la existencia.

Hay otra orilla y hay otro mar, y hacia allí vamos con Vos, Señor)

Paz y Bien




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