Savia nueva, madera verde, vino eterno

Para el día de hoy (05/05/10)
Evangelio según San Juan 15, 1-8

(Cada miembro del pueblo de Israel era una vid que pertenecía a la viña del Señor; debía por sí mismo dar los frutos exigidos por la Ley.

Pero son los tiempos de la Gracia, tiempos de vida plena, y esas vides solitarias, perdidas en la diáspora del pecado y la infertilidad se renuevan uniéndose en una sola vid, la verdadera, Jesús el Señor.

Porque la Gracia que se nos regala es la savia nueva que nutre y dá vida a la única vid; ya no habrá yuyos resecos, sin frutos, inútiles en su individualidad.
Los dispersos han sido dispersos en un pueblo nuevo al que se le regala la Vida.

Como ramas o sarmientos de esa vid, así estamos unidos a Cristo; somos parte de la Vida Eterna comunicada entre su Padre y Él.

La clave es permanecer para dar frutos.

Porque no se trata tanto de observar la calidad de los sarmientos, sino qué tipo de savia es la que corre por su interior, descubrir las posibilidades de buenas cepas.

Esas ramas cada tanto deben ser podadas; hay que quitarle lo que no sirve, para un crecimiento más frondoso.
Maravillosamente, cuando se cosechan los frutos se abre el tiempo de nueva cosecha, y mayor rinde frutal.

Con la paciencia de un viñador, con la delicadeza de un jardinero, con la tenacidad del labrador, nuestro Dios se ocupa de la poda.
Esa poda duele, claro está: no tanto por la sierra que corta lo inútil, sino porque nos molesta que se nos arranque la miseria enquistada, el egoísmo encapsulado, la cizaña de la conformidad.

Hay que ser madera verde por la que corra rauda la savia nueva, y esto sucede cuando el sarmiento está firmemente unido a la vid... Cuando nuestra existencia permanece unida a Jesús.

Y cuando no sucede, madera seca, leña inútil con destino de humo.

Han de ser muy buenos los frutos, y se perciben en los racimos de oración y glorificación al Padre.
Oración que es eficaz porque Jesús mismo realizará lo que se pida en su Nombre de acuerdo al plan de Dios.
Glorificación al Dueño de la Vid, porque estos sarmientos que somos dan testimonio silencioso y cierto de la Gloria de Dios cuando a cada instante reafirman la vida.

No se trata sólo de una hermosa parábola; al fin y al cabo el Maestro, eligió quedarse como Pan de Vida y Bebida de Salvación...

Quizás quede en nosotros, con esa savia del Reino, convertirnos en uvas sencillas y magníficas que se convertirán por la Gracia del Altísimo en el Vino Eterno de la fiesta perenne, Vida plena e interminable para toda la humanidad)

Paz y Bien


2 comentarios:

Salvador Pérez Alayón dijo...

Se me ha pasado por la cabeza tomar algunas de tus buenas reflexiones y meditarlas para darlas en alguna charla a la comunidad de Cursillos.

Tendré que hundir en mi tierra seca y estéril los clavos del arado qué, a pesar de herir mis entrañas y corazón, sean capaz, mezclados con el estierco de mi pobreza y miseria, dar buenos frutos qué justifiquen esa savia Buena que baña y corre por mis venas.

¡Alabado y glorificado sea el SEÑOR!

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Si estas mínimas palabras que voy volcando aquí sirven para los Cursillos, ¡Alabado sea Dios!, porque es cosa de Él y no mía, Salvador.
Soy el principal beneficiario de las cosas que voy haciendo aquí, y un beneficiario carente de mérito alguno; Dios ha sido muy generoso conmigo, especialmente con los amigos y hermanos como vos.
Un abrazo en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo

Publicar un comentario

ir arriba