Pecado, justicia y juicio


Para el día de hoy (11/05/10)
Evangelio según San Juan 16, 5-11

(Jesús retorna al Padre. Pero los discípulos, inmersos en sus incertidumbres y tristezas no le preguntan hacia dónde vá ni porqué.

Nos suele pasar lo mismo cuando ganan espacio en nosotros la tristeza y las dudas... dejamos de preguntarnos por lo importante y nos cerramos en nosotros mismos.

Pero no vá a dejarlos así el Maestro: Él vuelve al Padre a consumar su misión -obediencia suprema por puro amor- pero sus discípulos y seguidores no han de quedar solos.
Él se vá al Padre pero les envía su Espíritu, el Paráclito, el Abogado, el que hablará por ellos, el que edificará comunidad.
Porque nos equivocamos al pensar que la construcción de espacios comunitarios es cosa de nuestras iniciativas: la comunidad -la Iglesia- se construye a partir del aliento y del soplo del Espíritu Santo.

Los discípulos y seguidores -los Once y nosotros- nada han de temer: el Paráclito es su Abogado, es decir, ad-vocatto, hablará por ellos. Nuestro testimonio, si es veraz y si es para que brille la luz de Cristo, estará magnificado y deslumbrará por el Espíritu del Resucitado.

Y a partir de ese testimonio, el mundo aprenderá.

Aprenderá que el pecado fundamental es el rechazo del proyecto de Dios para toda la humanidad.

Aprenderá que el sentido primordial de justicia es ajustar la voluntad a la voluntad de Dios, o sea, a la Vida plena de todos, mujeres y hombres, la creación entera.

Aprenderá que el juicio es hoy, y no hay un juez que sentencia ni jurado que dirima culpas: el juicio sucede ahora mismo, cuando se rechaza la Salvación de Jesús, cuando a pesar de declamar pertenecer a una fé religiosa se vive sumido en la tristeza y la desesperanza, cuando lo religioso no implica una transformación raigal de la vida sino nada más que el cumplimiento de determinados cánones y preceptos.

Las consecuencias no pueden ser peores: la muerte perpetua que es no vivir en Dios, con Dios y para Dios.

Quizás en esa transformación profunda que llamamos conversión debamos revisar si permitimos con profunda e indestructible alegría que el Espíritu nos derribe y reconstruya, nos recree y nos haga reencontrar con los hermanos en la comunidad que Él va gestando para todos.
Esa comunidad que llamamos Iglesia)

Paz y Bien


2 comentarios:

Teresa dijo...

¡Qué hermoso comentario! Me pregunto si nos dejamos "derribar" por el Espiritu. Levantamos demasiados muros, construídos a base de egoismo, indiferencia, pasividad, miedo... Muros que convierten nuestra fe en algo muerto, carente de poder para cambiar nuestras vidas. Es el Espíritu el que nos vivifica... dejémosle, pues, derribar nuestros muros y convertir nuestro corazón de piedra en uno de carne. ¡Espíritu Santo, ven!. Un abrazo.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Es el Espíritu del Viñador, Teresa! Y es maravilloso -aunque a veces duela- que nos vaya podando para dar mejores frutos.
Gracias por tus palabras
Un abrazo fraterno en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo

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