Panes ázimos para hombres de pan


Jueves Santo - La Cena del Señor

Para el día de hoy (01/04/10)
Evangelio según San Juan 13, 1-15

(Se encontraban reunidos para celebrar la fiesta de la Pascua, y todo estaba dispuesto. La sala, las copas, el vino, los panes ázimos -Matzá-, las hierbas amargas, la carne de cordero... Se reunían para festejar al Dios que había liberado a su pueblo de la esclavitud de Faraón, y el éxodo o paso a través del Mar Rojo.

Jesús era plenamente consciente de lo que estaba por suceder en breve; tanta era la certidumbre de su misión y de las consecuencias espantosas que acarrearían, que de ninguna manera lo que le sucedería sería consecuencia directa de los acontecimientos planeados por los socios de la oscuridad, sus enemigos.

Él asume libre, plena y totalmente lo que ha de venir; lo suyo será una entrega generosa de su vida antes que el producto de las decisiones de los poderosos.

Esa entrega se lee en clave amorosa: la donación de su vida es gratuidad pura, es entrega de su vida amando a los suyos hasta el fin.

Durante la Cena Pascual, sucede lo impensado: se levanta, se ata a la cintura una toalla a la cintura y con un recipiente con agua comienza a lavar los pies de los discípulos y a secárselos.

No es un rito, pues para ser tal debería haberse producido al comienzo de la Cena en un ambiente mucho más formal. Tampoco es un gesto simbólico de humildad... Jesús ha hecho de todo, pero nunca sus acciones pueden ser amoldadas a formas predeterminadas.

El Maestro proclama una nueva realidad definitiva, la de su Reino, la de la familia de hijas e hijos de Dios.

-el lavado de pies era tarea reservada normalmente en esos tiempos a los esclavos; nos dice la Palabra que antes de ceñirse la toalla a la cintura, Jesús se quitó el manto. Y esa toalla no se la quitará una vez finalizado el lavado de los pies de sus amigos-

Es música del despojo: Jesús es Dios y Dios es Jesús, y ese Dios con nosotros se hace esclavo de todos para siempre... con esa toalla que no se quita.
Los acordes serán graves durante su crucifixión, y sonarán notas jubilosas en la mañana del regreso a la vida, su Resurrección, la vida recuperada para todos y cada uno de nosotros.

En esa misma Cena quiso quedarse de modo perenne en cuerpo y sangre desde el pan y el vino de la Pascua. No es casual que lo llamemos Eucaristía -acción de gracias- milagro diario que sucede por la Gracia infinita del Dios del Universo que se hace nada por nuestra salvación.

El vino -su sangre- es la savia nueva que animará la vida que quiere para toda la humanidad. Es abundante. Ya lo venía demostrando desde su primer signo en aquella boda en Caná de Galilea; es vino que no se acaba, vino de vida nueva y alegría para quien quiera beberlo.

El pan -su cuerpo- es el alimento perpetuo para sus amigos, para su familia, y para que nadie pase hambre de ninguna clase. También parece a nuestros ojos mezquinos una enormidad, y Él también ha sido providente como su Padre: aquellas tardes de fraternidad y enseñanza, convertía esos panes en alimento que satisfacía el hambre de miles...y aún quedaban muchos canastos llenos para los que todavía no habían llegado. Nosotros y muchos más.

El matzá, el pan ázimo del pueblo de Israel será para el nuevo pueblo de Dios el cuerpo de Jesús. Pan ázimo, pan sin levadura...pues la levadura serán sus mismos discípulos, fermento en la masa, sal de la tierra, luz del mundo.

En la Eucaristía confesamos la presencia real y efectiva del Señor; y el Señor también se encuentra de igual manera, real y efectivamente, cuando sucede el servicio al hermano, entrega desinteresada movida por el amor de Aquel que nos ha querido hasta el fin.

Panes ázimos que por el servicio recíproco y generoso, hace que los hombres también se hagan pan para el hermano hambriento.

Un Dios que se hace pan para que haya hombres de pan.

Un Maestro que lava los pies de sus amigos, un Dios de la Vida que se hace esclavo y servidor de la humanidad para la Salvación)

Paz y Bien





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