Navidad: Dios mi hijo, mi hermano, mi amigo


Para el día de hoy (24/12/09) -a la medianoche-:
Evangelio según San Lucas 2, 1-14

(A los poderosos de la tierra siempre les ha resultado imprescindible alimentar su ego haciendo recuentos habituales de sus posesiones.
Por eso, a menudo realizan censos para saber qué cantidad de súbditos han acumulado, y desde allí cuantos tributos podrán recaudarse... El detalle es la preocupación por el número, y no por las gentes.

El Evangelista se detiene en el detalle de que en determinado momento de la historia era emperador el romano Augusto, que gobernaba Siria un tal Quirino, que era la obligación de los paisanos de cada lugar ir a su lugar de origen con el fin de inscribirse en este censo obligatorio.

El significado más profundo quizás sea el punto de cruce, la encrucijada de la historia en donde se entrecruzan y se unifican los tiempos humanos y el tiempo de Dios...

El bueno de José, su esposa María con el vientre inmenso de ese Hijo que venía, van a Belén, por imposición del imperio pero más, van -quizás sin saberlo- a dar cumplimiento a las profecías dichas por antiguos hombres de ojos lejanos.

Belén, Beth Lehem: Casa del Pan.

María en trabajo de parto.
Ella y José son demasiado insignificantes, por eso y más allá de toda justificación, la respuesta es demoledora: no hay lugar.

José, en su solicitud, en su angustia y en su urgencia, sólo puede hallar una cueva, un mínimo refugio de animales para esa fría noche.

Los exégetas podrán aportarnos interesantísimas especulaciones, los sabios y santos nos regalan magníficas y profundas reflexiones espirituales.

Pero una sola palabra refleja el sentido de toda esta noche: ternura.

La solicitud de José, el cuidado de una Madre que acuesta al niño y lo envuelve en pañales, el previsible llanto de ese Niño hambriento del pecho materno y tiritando de frío, ignotos y pobres.

Ese Niño...

A contrario de toda lógica, a contramano de toda disquisición mundana, ese Rey que nos nace tiene por palacio una cueva, por trono los brazos de sus padres y por banquete el pecho de su Madre.

EL Dios del Universo se hace un Niño frágil en brazos de su Madre.

Nada será igual.

Los pastores que dormían al abrigo del aire helado no dudan un instante: salen corriendo a adorarlo.

Dios se hace Niño, un Niño Santo para que vos y yo, tú y ella, todos sin excepción ingresemos desde nuestra limitación y humanidad mínima a la infinitud de Dios.

Por su inexpresable ternura, en ese niño Dios se hace mi hijo, mi hermano, mi pan.

Y Dios está de fiesta, y te invita, me invita, nos invita a la alegría que no se agota.

¡Gloria a Dios en la tierra y en la tierra paz a las mujeres y hombres amados por Él!

Paz en la tierra para todos mis hermanas y hermanos olvidados, desechados, descartables, Paz en la tierra para todos los que lo esperan con un corazón abierto, Paz en la tierra a todos los hambrientos de ternura.

Hay una señal: un Salvador que es un Niño recién nacido envuelto en pañales.

Hay que dar y darnos aviso.

¡Feliz Navidad!
Dios con nosotros, Dios es ternura y a pesar de dolores y tristezas, en la noche del mundo, en el frío de la soledad, nos ha nacido -no sólo hace dos mil años, ahora, precisamente en estos momentos- la Salvación.
¡Feliz Navidad!)

Paz y Bien

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