El milagro de la compasión y el compartir

Para el día de hoy (02/12/09):
Evangelio según San Mateo 15, 29-37

(Las multitudes siguen a Jesús.
Y Él los conoce, los conoce a cada uno de ellos, sabe de sus dolencias y sus problemas.
Las gentes ponen a sus pies a los enfermos -mudos, lisiados, ciegos,tullidos y otros tantos- y Él los curaba a todos.
Allí vá mostrando uno de los primeros signos del Reino: un Dios que se compadece del sufrimiento de sus hijos, y les quita esa carga: la salud restablecida es señal inconfundible del Reino entre nosotros.

Y la gente glorifica a Dios: saben en su corazón que ha llegado la liberación de todas sus cadenas, saben que hay un nuevo Moisés -más grande aún- que convoca a todos como pueblo nuevo.

Pero es un líder extraño: su poder inmenso radica en su amor, y su amor se expresa en su compasión, compasión que es asumir como propio el sufrimiento del otro -com pathos en su raíz-.

Este conocimiento profundo del Maestro por las gentes, su misericordia y su compasión conjugan el anuncio de la Buena Noticia con la atención impostergable de las necesidades básicas: por eso, algo tan primordial como el sustento, desde el Señor se hace sagrado.

Le dice a sus discípulos que no tiene intención de que las personas que lo acompañaban desde hacía varios días regresaran a sus hogares sin comer, no quería que en el camino desfallecieran de tanto ayuno.
Y los discípulos no buscan una solución al problema acuciante, a lo que angustia a Jesús: arguyen que en el lugar en que estaban era imposible hacerse de pan suficiente para alimentar a tantos... Buscan la solución afuera, patean el problema hacia otro lado.

La solución estaba en ellos mismos.

Jesús consagra siete panes y unos pequeños peces -nos dice la Palabra que hizo acomodar a la gente y "dando gracias" comenzaba a repartir el alimento-.
Singular cadena del Señor que obra el milagro desde la compasión y el compartir y que alimenta a la multitud de hambrientos a través de sus discípulos.
Y saciado el hambre de todos ellos, sobra mucha comida que ha de guardarse para los que aún no han llegado.

Otro mundo es posible, y la solución está en nosotros mismos.
Es tiempo de esperanza y de conversión este próximo advenimiento del Señor; y la conversión implica converger hacia Dios y hacia el hermano, especialmente el más necesitado, considerando sagrada su vida y, por lo tanto, su sustento.
No ha de ser tan ímproba la tarea si estamos dispuestos a partir y compartir el pan de cada día, ese mismo pan por el que rogamos a diario al Padre Bueno.
No importa la cantidad de panes y pececitos que tengamos: basta con compartir, no importan tanto los planes y las sutiles ingenierías, sino los corazones que anteponen la misericordia y el bien del prójimo al propio interés.
Allí entonces, se obrará el milagro, y habrá pan abundante para los que están y sobrará y se guardará para los que vendrán.
Es la poesía de la Gracia, que nunca es lo ajustado y lo mínimo: siempre es más , mucho más, siempre es desborde de vida, abundante y plena

Como el mismo Dios de la Vida que para el rescate de todos, y para que no nos falte ni el sustento básico ni el pan del alma, no ha vacilado en hacerse uno de nosotros, un Niño de Pan que está próximo a venir para nacer en el corral de nuestras almas)

Paz y Bien




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