Canción de la alegría por el Dios de la justicia y el derecho


Para el día de hoy (22/12/09):
Evangelio según San Lucas 1, 46-56

(María desborda de alegría y le canta al Dios de la Vida.

Dios se ha hecho presencia en su vida y se hará presencia en la vida de toda la humanidad, a través de toda la historia, en ese Niño que viene creciendo en su seno.

La semilla de la Salvación fue creciendo silenciosamente tenaz a través de toda la Antigua Alianza, y así lo atestigua María.
Pero ya es hora de los frutos, ya nada será igual, es tiempo de lo permanentemente nuevo... Ella entreabre las puertas del tiempo de la Gracia.

En el sentido opuesto a la racionalidad del mundo -de su mundo y del nuestro- María canta la grandeza de este Dios que es fiel a sus promesas, que ha dado su Palabra y no la quiebra.

Dios es misericordia que se extenderá de generación en generación, sin límites y por pura bondad, no por recompensas -cuando grande, su Hijo lo dirá claramente: Dios es Amor-.

La Salvación no le es negada a nadie, pues toda la humanidad es ahora el pueblo elegido: pero Dios se pone abierta y decididamente del lado de los pobres y los humildes, y no sólo eso...los exhalta.

El Señor derriba a los poderosos de sus tronos, la fuerza de su amor hace caer a los arrogantes que confían en el poder y en la violencia, dispersa a los soberbios que oprimen a sus hermanos.

Este Dios se hará pan para el hambriento, y colmará de bienes a los necesitados, desbordando generosidad.
Su Hijo dará testimonio fiel alimentando a la multitud con unos pocos panes y peces, y aún sobrando varias canastas llenas.
Este Dios no se limita a lo estrictamente necesario: su misericordia cae en torrentes, no en migajas de auxilio.

Un Dios que invita a sus hijas e hijos a construir su Reino... como si tuviera que pedir permiso.
Un reino sustentado en el amor, en el darse, en la solidaridad, en la generosidad.

María es la primera en saberlo: Ella tiene la primacía como Madre del Señor y como pequeñísima muchacha que ha hecho vida la Palabra.

Nuestra esperanza encuentra amparo en ese Niño que nacerá y que revela que Dios nos ama, que se hace uno de nosotros, y que quiere el canto alegre y desbordante de María sea la canción de todos, especialmente de nuestras hermanas y hermanos que sólo saben de miserias y dolores masticados en silencio.

María es la primera en saberlo, y será llamada feliz por generaciones, porque Ella es el signo primero de ese Dios que se identifica plenamente con los pequeños.

Habrá que preguntarse alma adentro y frente a ese Niño que nos salva, de qué lado nos hemos puesto nosotros...)

Paz y Bien

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