Dios, nuestro Padre, escucha el clamor de su pueblo


La parábola del juicio final es la manera que tiene Jesús de decirnos que Dios ha estado atento a toda la historia de la humanidad. Que Él ha escuchado cada vez que algún pobrecito pedía algo. Cada vez que alguien, aunque fuera con voz bajita, como la gente más humilde que pide que casi ni se la oye, cada vez que alguno de sus hijitos ha pedido ayuda, Él ha estado escuchando.
Y lo que va a juzgar en nosotros los hombres es si hemos estado atentos junto con Él, si le hemos pedido permiso para escuchar con su oído, para saber bien qué les pasa a nuestros hermanos, para poder ayudarles.
O si al revés, nos hemos hecho los sordos, nos hemos puesto los walkman, cosa de no escuchar a nadie. Él escucha y, cuando encuentra gente que tiene el oído atento como el suyo y que responde bien, a esa gente la bendice y le regala el Reino de los cielos.

Esto de la escucha es una gracia muy grande, y hoy se la pedimos a San Cayetano para nuestro pueblo, para todos nosotros: que nos sepamos escuchar. Porque para ayudar a alguien, primero hay que escucharlo. Escuchar qué le pasa, qué necesita. Dejarlo hablar y que él mismo nos explique lo que desea. No basta con ver. A veces las apariencias engañan. Saber escuchar es una gracia muy grande. Fíjense que nuestro Padre del Cielo nos recomienda vivamente una sola cosa, y es que «escuchemos a Jesús, su Hijo». Ésa es la esperanza del Padre: «Escucharán a mi Hijo». Y Jesús nos dice que cuando escuchamos a nuestros hermanos más pequeños, lo escuchamos a Él.

¿Cómo puede ser que haya gente que diga que Dios no habla, que no se entiende bien lo que quiere decir? Claro, es gente que no escucha a los pobres, a los pequeños, a los que necesitan… Gente que sólo escucha las voces machaconas de la propaganda y de las estadísticas y no tiene oídos para escuchar lo que dice la gente sencilla.

Escuchar no es oír, simplemente. Escuchar es atender, querer entender, valorar, respetar, salvar la proposición ajena… Hay que poner los medios para escuchar bien, para que todos puedan hablar, para que se tenga en cuenta lo que cada uno quiere decir.

R.P. Jorge Mario Cardenal Bergoglio S.J.
Arzobispo de Buenos Aires

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