¡Guía mi mirada, Señor!


Cuando Tú mismo
pongas a prueba mi fe,
y me hagas marchar
por entre la niebla más cerrada,
borrada toda verdad ante mí;
por mucho que mi paso vacile,
haz que mi mirada,
tranquila e iluminada,
sea un testimonio viviente
de que te llevo conmigo,
de que estoy en paz.

Cuando Tú mismo
pongas a prueba mi confianza
permitiendo
que el aire se vaya enrareciendo
y que me embargue la sensación
de que el suelo se está resquebrajando
bajo mis pies;
que mi mirada les recuerde a todos
que no hay nadie
que cuente con la fuerza suficiente
para arrancarme de Tí,
en quien caminamos,
respiramos,
y somos...

Y si un día Tú mismo
permites que el odio me salpique,
y me prepare trampas,
y falsee mis intenciones,
y las desfigure;
que la mirada de tu Hijo
vaya repartiendo
serenidad y amor
a través de mis ojos.

R.P. Dom Helder Camara - Obispo Emérito de Olinda y Recife - Brasil

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